lunes, 26 de diciembre de 2016

EL PASADO NO EXISTE. EL FUTURO TAMPOCO


Recuerdo perfectamente la imagen de nuestro primer profesor de filosofía, aunque no su nombre. Quizá alguno se acuerde de él y de su nombre. Creo que estábamos en la Clase 14, era un tipo joven, no muy alto, con el pelo muy cortito y gafas de concha. Le recuerdo bien porque empezó su primera clase con una pregunta que ni entonces, ni ahora, ha dejado de darme vueltas en la cabeza: ¿qué es el tiempo? Por allí aparecieron desde Heráclito a Bergson, de Newton a Nietzsche.

Después, gracias a aquel profe de filosofía, me he ido perdiendo por los vericuetos más emocionantes y por los más abstrusos: los presocráticos y Aristóteles, presentismo y eternalismo, el flujo del tiempo, Leibniz, Newton y Mach, Einstein y Gödel, etc.

Hoy (26/12/2016) en El Mundo, Pedro G. Cuartango nos interpelaba con una de sus columnas sobre el tiempo y la memoria: “LA FILOSOFÍA ha centrado su indagación en el ser. Ello se debe sin duda a la influencia de la filosofía griega, especialmente, a pensadores como Parménides y Platón. Pero creo que la pregunta esencial de toda reflexión no es qué somos o por qué existimos sino qué es el tiempo”. Estoy de acuerdo, pero nada más que hasta aquí. Después continúa su reflexión con un cúmulo de conceptos equívocos y, en mi opinión, erróneos, pero muy comunes.

Mi conclusión: la forma en la que pensamos el tiempo es incorrecta.

Vivimos en un constante “ahora cambiante”. El tiempo, como una línea a través de la cual viajamos, es simplemente una abstracción matemática que nos ayuda a entender el mundo, pero a la vez es una visión que nos fuerza a malentender qué es. Toda existencia está contenida en un “ahora”, en el presente. El futuro y el pasado no son “lugares” que existan. El futuro es una probabilidad o, como mucho, una predicción; el pasado es un recuerdo, la memoria de los presentes pasados, valga la paradoja. Nada más.

Lamentablemente nuestro cerebro, quizá nuestra educación, está programado para concebir el tiempo como algo que avanza en una línea, o un ciclo. El propio lenguaje está sesgado hacia ese paradigma. Es difícil incluso describir otra forma de pensar, porque las palabras en español (yo diría que en cualquier lengua, pero no puedo afirmarlo) están inherentemente encaminadas a operar dentro del entorno de tiempo-como-una-línea.

Para empezar, cualquier vocablo que se maneje de aquí en adelante para tratar de describir qué es el tiempo, tropezará con el bucle perverso de la utilización de palabras que contienen el término definido, bien intrínsecamente o indirectamente, tales como cambio, movimiento, cadencia, ritmo, velocidad, etc. Permítaseme hacer uso de ellas indiscriminadamente y sin limitaciones escrupulosas y confiemos en que así ayuden a esbozar una forma diferente de vislumbrar cuál es la verdadera naturaleza del tiempo.

La evidencia más simple de que el tiempo no es lineal (o cíclico) es el hecho empírico de que avanza a diferentes velocidades para distintos observadores. Las matemáticas de Einstein y la realidad medida (por satélites GPS, entre muchos otros instrumentos) confirman que el tiempo avanza a diferentes ritmos según el estado local de la gravedad, aceleración, energía y así sucesivamente. Recordemos sólo algunos de los ejemplos más conocidos:

Para un fotón, que viaja a la velocidad de la luz, el tiempo no avanza en absoluto. Llega a su destino en el momento exacto en que deja su fuente. El fotón no se ha transformado en absoluto. Y, sin embargo, nosotros podemos contemplar luz de estrellas que fue emitida hace miles de millones de años y está formada por esos fotones para los que no pasa el tiempo.

Si se observa un reloj cayendo en un agujero negro, para un observador externo será cada vez más lento y finalmente se parará. Pero desde el punto de vista del reloj, sigue marcando el mismo ritmo de siempre.

Un hermano gemelo puede pilotar un cohete interestelar, viajar en un gran bucle a casi la velocidad de la luz durante un tiempo y volver más joven que su gemelo que se quedó en la tierra. Sus tiempos locales avanzaron cantidades diferentes y, sin embargo, al final del viaje llegan a coincidir en el mismo momento y lugar. Eso sí, cada uno con una edad diferente.

¿Cómo podríamos ocupar un solo punto en una línea de tiempo, si nos movemos a lo largo de él a diferentes velocidades? No tiene sentido.

Normalmente la resolución de estas paradojas se hace recurriendo a conceptos como la dilatación del tiempo o "viaje en el tiempo hacia adelante", pero eso es sólo retorcer la realidad para ajustarla a un mal paradigma. El concepto de "viaje" en el tiempo se rompe. Es una falsa analogía. Debemos dejar de usarlo. El tiempo no es una línea.

Pero entonces ¿qué es?

Digámoslo sin más preámbulos: el tiempo es una cualidad intrínseca del universo —de la materia y de la energía— y local —de cada región del universo—, que le permite experimentar cambios, transformarse. El ritmo de cambio no es lineal ni uniforme, sino que depende de las condiciones de cada fragmento del universo.

El tiempo, tal y como lo observamos, es meramente una forma de conceptualizar las tasas relativas de cambio de diferentes procesos. Todo en el universo tiene una tasa de cambio. Es conveniente definir una tasa estándar como la del reloj y utilizarlo como referencia, pero el proceso real es la tasa de avance del reloj. Cuando pensamos en tiempo, debemos pensar en la tasa de cambio, el ritmo del reloj.

Por ejemplo, consideremos una pelota que cae de la azotea de un edificio. Podemos decir que la bola se suelta en t = 0 segundos y golpea el suelo en t = 10 segundos. O podemos decir que el reloj hace tic 10 veces (es decir, 5 veces tic y 5 veces tac) mientras cae la bola. Evidentemente se trata de afirmaciones matemáticamente equivalentes. Pero uno se centra en el tiempo como una dimensión y el otro como una tasa relativa de cambio o ritmo.

Cuando el hermano gemelo viaja en el cohete, él y su cohete no viajan a través del tiempo. Simplemente, sus edades y experiencias de existencia son más lentas en relación con las del hermano en la tierra. Ha disminuido su ritmo local de cambio con respecto al ritmo local de cambio en la tierra. No hay viaje en el tiempo, simplemente diferentes cantidades de cambio.

Casi todas las percepciones confusas sobre tiempo —paradojas del viaje en el tiempo, dificultad de comprensión de la dilatación del tiempo— desaparecen cuando se conceptualiza la realidad como un ahora-en-cambio-permanente. Abandonemos, por tanto, el erróneo concepto del tiempo lineal y pensemos en términos de ritmos de cambio locales. El universo tiene así mucho más sentido.

Hay alguna conclusión decepcionante: los viajes en el tiempo no son posibles, ni para adelante ni para atrás. El pasado no existe, sólo como memoria, y el futuro tampoco, únicamente como posibilidad. Estamos, por tanto, atrapados en el presente continuo. Pero el presente cambia.

La cuestión que se plantea entonces es: ¿por qué el ritmo de cambio depende de las condiciones de cada región del universo? La física permite predecir cómo va a cambiar, a qué tasa, cada espacio del universo en función de su estado y el de las regiones adyacentes. Y eso plantea una nueva pregunta: ¿por qué las leyes de la física son como son y no de otra forma? ¿Qué ley de leyes hace que la física siga determinados principios en todos los fragmentos del universo?

miércoles, 26 de octubre de 2016

Con la Iglesia he vuelto a topar (es que provocan)

    Mi aversión por las religiones es algo que la gente que me conoce sabe que es algo que me viene de antiguo. Proviene de mi teoría de que solamente sirven para que unos pocos vivan estupendamente a costa de los demás ignorantes. No rechazo la idea de las excepciones que confirman la regla.

    No es mi intención disgregarme en mis absurdas (o no) teorías, si no comentar en este sesudo foro un par de noticias que acabo de leer y que tienen que ver con la Iglesia Católica, que, al fin y al cabo, es la que más directamente he padecido en mis carnes.

    La primera tiene alcance general puesto que proviene del Vaticano y, por lo tanto, es de obligado cumplimiento para todos los católicos: el consejo de administración de esta multinacional ha sacado un edicto (o como se llame) prohibiendo a los católicos conservar o esparcir las cenizas de sus difuntos que hayan pasado por el crematorio (véase la noticia).

    En el documento insisten en que es mejor enterrar enteritos a nuestros muertos, enterrarlos en lugar sagrado donde, casualmente, la Iglesia Católica se lleva una pasta en connivencia con ayuntamientos y funerarias; pero puestos a ceder para no perder cuota de mercado, dicen que la cremación es lícita en casi todos los supuestos pero que las cenizas del finado no pueden quedarse en casa o tirarlas por esos montes y mares de Dios, las cenizas deben estar en aquellos lugares donde ellos pillen cacho.

    La otra noticia es más localista y no es de obligado cumplimiento, sólo es una propuesta: resulta que el Obispado de Cádiz propone cambiar el término "Halloween" por el de "Holywins" (no diréis que no está bien traído lo de usar el inglés) véase la noticia, y que los niños se vistan de santos, vírgenes, ángeles y apóstoles. No he leído nada sobre si vale el disfraz de Judas o si sólo valen los de apóstoles santos (Lucifer es un ángel, caído pero un ángel al fin y al cabo).

    Esta propuesta, que no deja de tener su gracia me hace preguntarme: ¿no sería mejor que los señores del obispado, que predican como Jesucristo pero viven como Dios, dediquen su tiempo y esfuerzos a intentar mejorar la vida de sus conciudadanos más desfavorecidos aportando más dinero a los comedores y roperos de Cáritas en lugar de dedicarse a estas "paponás" (localismo de Mora de Toledo que quiere decir "gilipolleces"). 

miércoles, 5 de octubre de 2016

Los homosexuales y la Iglesia Católica


       En la página web del obispado de Alcalá de Henares (www.obispadoalcala.org) hay un apartado que se llama "Homosexualidad y Esperanza",  al verlo escrito con la inicial en mayúsculas pensé que se trataba de algún asunto jugoso de la presidenta de la comunidad de Madrid, pero no, no se trata de eso. Se trata de una serie de escritos que sirven para "si alguna persona (homosexual) desea un cambio o evolución, o quiere formarse sobre este tema, desde el respeto a todos, informamos de los siguientes textos y recursos"

      La lista comienza con tres epístolas del talibán, misógino y nada cristiano Pablo de Tarso que no tienen desperdicio, y el capítulo 9 del Génesis.

     Este capítulo de las Sagradas Escrituras, teóricamente escrito al dictado del mismo Dios, trata de la destrucción de Sodoma, y viene a contarnos que Dios se cabreó con los sodomitas porque estaban todo el santo día dándole al tema homosexual y decidió exterminarlos, lo mismo hizo Hitler unos siglos después y la Historia y yo lo tenemos como un monstruo genocida.

     En Sodoma habitaba un hombre bueno y justo que no participaba de tales prácticas y el buen Dios le mandó un par de ángeles para avisarle de lo que iba a hacer y pudiera ponerse a salvo con su familia. Los sodomitas se enteraron de tan celestial visita y se acercaron a casa de Lot para conocerlos, parece ser que bíblicamente;  también es que Dios, en su infinita sabiduría, no debería haber mandado a dos chicos rubios, monísimos y con alitas en la espalda (vamos a dos ocupantes de una carroza del desfile del Día del Orgullo) a Sodoma, porque son ganas de provocar, digo yo.

      Al elegido por Dios, no se le ocurrió nada mejor para salvar a los enviados divinos que ofrecer a sus dos hijas para el solaz de sus conciudadanos: "Amigos, les suplico que no cometan esa ruindad. Yo tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las traeré, y ustedes podrán hacer con ellas lo que mejor les parezca. Pero no hagan nada a estos dos hombres" (Génesis, cap. 9 - ver. 7 y 8).

     La enseñanza que se desprende de esta Santa Escritura es que si se mantienen relaciones sexuales homosexuales consentidas, Dios te manda una lluvia de fuego y azufre, y que si entregas a dos chicas adolescentes a una multitudinaria violación te vas de rositas. Como para no cagarse en D...

     El final de esta historia nos cuenta que Lot se refugió en una cueva cercana con sus hijas (su mujer se convirtió en estatua de sal por cotilla) y que allí sus hijas, que se aburrían mucho, decidieran emborrachar a su padre y follárselo. Instructivo y edificante.

     Así que ya sabéis, homosexuales del mundo, si queréis salvaros del fuego y el azufre, sólo tenéis que abandonar a vuestras parejas, violar a unas cuantas jovencitas (amigas lesbianas, en vuestro caso, tiraros a unos adolescentes), procrear y cuando vuestros vástagos estén en sazón os lo montáis con ellos; eso sí, con el eximente de intoxicación etílica.

     Luego nos extrañamos de que existan la violencia contra las mujeres, los abusos infantiles, la homofobia, etc., pero a nadie se le ocurre prohibir la difusión de tamañas barbaridades.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Ir a canencia en mayo



 Canencia nos recibió con sus mejores galas


Semblantes risueños en el molino de Vero y Bruno

Blanca entre los doctores

Euforia por el asado de cabrito

Embarazo masculino

Le coq

Las criaturas en el espejo

Momento de partir

martes, 19 de julio de 2016

(A Víctor Barrio)


De entre todas las representaciones del mundo, la así llamada fiesta del toro es de exterminio directo, siempre se salda con la muerte, al menos, de uno de los dos contendientes, normalmente el que acude obligado al ruedo, que no conoce gloria ni fortuna ni le aguarda más grandeza que la del estofado o su cabeza encaramada a una pared; en ocasiones el indulto por la bravura demostrada.

El que acude por su voluntad, engalanado de luces, con hombría y superioridad exacerbadas y con el acero en la mano, sabe que el éxito de su faena está en su capacidad de arrimarse al toro para elaborar una danza macabra en la que el más mínimo error puede resultar fatal.

He ido invitado una única vez a los toros, a sabiendas de que esa orgía de sangre y muerte que se entiende como “fiesta” no podía tener lugar entre mis aficiones; me repugnó el espectáculo, y aplaudiría su prohibición.

Pero me han repugnado todavía más los insultos, blasfemias, invectivas y sarcasmos celebrando y festejando la muerte del joven maestro y denostando a su viuda y familiares; hay que tener mala entraña para alegrarse de su desgraciada suerte.

En otros tiempos hubo toreros escritores, artistas que integraban las tertulias de intelectuales cuya muerte en el coso era motivo de elegía por parte del poeta.

Pero hoy, a la vista está, el signo de los tiempos ha cambiado y la elegía ha dado paso a la alegría por el mal ajeno, tal vez otro rasgo definitorio de esa “marca españa” que tanto sonrojo provoca.

Al que ha caído en el vano intento de entretener a su extraño e indolente público, a él dedico estas líneas.

martes, 12 de julio de 2016

Poder ir a un sitio

Esa posibilidad no la teníamos a nuestro alcance en los tiempos en que compartíamos pupitre, a no mediar un motivo muy apremiante y previa autorización de la profesora (entonces llamada “la señorita”), y si aquellos urgentes, momentáneos y reparadores abandonos del aula constituían una embrionaria evasión de la rutina –junto a la hora del recreo y la de la comida-, mediante la cual se producía una cierta vuelta al yo que permitía tomar aliento para seguir soportando la inclemencia de la clase, la paulatina maduración y el consiguiente aumento de grados de libertad fueron abriendo el arco de posibilidades de ausencia -en sabia e irreversible evolución inducida por nuestros docentes- desde la fisiología hacia la espiritualidad; se trascendieron los límites de los retretes y así comenzamos a hacer excursiones, viajes de fin de curso, estancias veraniegas…, hasta vernos habilitados para movernos por el mundo por nosotros mismos, a nuestro albedrío, un ir y venir incesante que hoy, después de tanto tiempo y tal vez como destino de excelencia, nos ha llevado en bucle insospechado al origen del trayecto, el pupitre reemplazado por un tablero alrededor para compartir lo visto a lo largo del recorrido entre risas, voces, noticias, explicaciones, a veces maestros a veces discípulos  sin tener que preguntar puedo ir a un sitio.