miércoles, 19 de abril de 2017

¡CROQUETAS!


   Sumido en mi más supina ignorancia he pasado toda mi vida sin dar un ápice de importancia a las croquetas. No pasaba de catalogarlas como deliciosas, comestibles o abominables. Pensaba que no era más que un plato de la gastronomía popular ideado para aprovechar los restos de comidas anteriores.

   ¡Cuantísima ignorancia puede caber en un cabezón como el mío!

   A raíz de leer la entrevista que hicieron a nuestra amiga Eugenia, y sobre todo al saber que no habían incluido su comentario sobre la excelencia de las croquetas, fue cuando me puse a cavilar sobre la importancia de esta receta que no deja indiferente a nadie.

   Como lo único que me sobra es tiempo, me puse a investigar y descubrí que las croquetas son un invento relativamente moderno del afamado cocinero francés Marie-Antoine Carême.


   Resulta que en 1817 contrataron al que denominaban como "le cuisinier des rois et le roi des cuisiniers" para que cocinara, en el París de la Francia, un banquete en honor del príncipe regente de Inglaterra y del archiduque de Rusia. El bueno de monsieur Carême decidió sorprender a los comensales con un plato de su invención cubriendo un plato de bechamel con una capa crujiente, al que llamó "croquettes a la royale"; y así aparecieron por primera vez las croquetas.

   No fue hasta finales de ese siglo cuando tan genial invento culinario llegó a España para quedarse, afianzarse y popularizarse con el nombre de croquetas o cocretas, que siempre ha habido mal hablados.

   El vocablo "croqueta" deriva del francés (evidente) "croquer" que viene a ser "crujiente" en el idioma de Cervantes; por eso las croquetas deben comerse recién hechas (crujientes) excepto en el caso de ser sublimes, en cuyo caso siguen estando buenas incluso de un día para otro.

   Después de esta pequeña disertación sólo me queda levantar una copa de vino y decir: Chapeau monsieur Marie-Antoine Carême (Antonin para los allegados), que gran idea tuvo usted.