lunes, 2 de octubre de 2017

CATALUÑA, DIÁLOGO, 155, ELECCIONES Y LEY DE CLARIDAD



Lo del diálogo y la negociación referente a la autonomía de Cataluña ha sido, hasta el momento, una engañifa y un ardid continuado para ganar tiempo e inmovilizar al contrario:

 a) Sólo se han producido cesiones en una dirección. Desde el Título VIII de la Constitución a los dos Estatutos y cesiones de competencias, siempre se ha cedido para que los “catalanes” (sinécdoque de los independentistas) “se sintieran cómodos”.
 b) Cada paso que se ha dado no ha aplacado ningún ansia independentista. Antes al contrario, han exacerbado más las posiciones más exigentes.
c) El independentismo se ha cimentado en emociones. Las emociones no se combaten razonando, de eso los psicólogos sabéis mucho más.
d) Asimismo el independentismo se ha cimentado en falacias: el expolio fiscal (que viene a ser como el expolio fiscal de los pobres contra los ricos, cosas veredes amigo Sancho, la izquierda a favor de abolirlo), la historia de opresión, el victimismo, el agravio permanente, etc.
e) Si se abre un nuevo periodo de diálogo ¿los partidarios pueden decirme algún punto en el que están dispuestos a ceder los independentistas? ¿Aceptarán devolver las competencias en Educación? Visto el comportamiento partidista de los Mossos ¿aceptarán devolver la competencia en Orden Público? ¿Algo?
f) Los que abogan por el diálogo ¿realmente creen y afirman que eso sirve para que el independentismo renuncie a sus fines?

Yo creo más bien que lo del diálogo y las políticas de “apaciguamiento” muy pocas veces ha funcionado y ejemplos históricos hay muchos, aunque el más evidente es el del ministro británico Chamberlain. Lejos de satisfacer a Hitler, la actitud de Chamberlain persuadió a Alemania de que Francia y Gran Bretaña permanecerían inactivas si atacaba a Polonia.

Por cierto, la última vez que se declaró el Estado Catalán, España era una República y se declaró el estado de guerra. Hubo 46 muertos. Duró unos días. Decía Maquivelo que el que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra. Aquí estamos aún en la primera fase.

 Esperemos que finalmente Puigdemont y los suyos se vengan arriba y declaren la independencia unilateralmente. Será la única forma de que nuestros lamentables partidos del gobierno y la oposición se lo tomen en serio. En tal caso, a corto plazo, aplicación del artículo 155 y convocatoria de elecciones en toda España. 155 para evitar el golpe de estado actualmente en marcha. Elecciones para que se pronuncie todo el pueblo español sobre lo que está pasando, incluidos los catalanes. A ver cómo le va a cada cuál de cara a lo que viene después.

Si finalmente no hay más remedio que hacer un referéndum pactado, al menos deberá hacerse con un mínimo de garantías y, sobre todo, con una Ley de Claridad como la canadiense (“Clarity Act / Loi de Clarification”) o similar:

a) No existe el derecho unilateral a la autodeterminación del pueblo de Quebec (Cataluña).
b) La pregunta debe ser clara, inteligible y abordar directamente la secesión, nada de circunloquios retóricos: se reserva a la Cámara de los Comunes (Las Cortes Generales) la potestad de decir si la pregunta es clara o no.
c) La ley prevé igualmente qué elementos deberán figurar en una nueva agenda de negociación, tales como la repartición del activo y el pasivo, costes de la deuda, pago de pensiones, etc.
d) En el caso de Cataluña deberán incluirse con claridad las consecuencias de la independencia: salida de la UE
e) También contempla el establecimiento por parte del Parlamento de la Nación de una mayoría clara o “mayoría reforzada” para dar por bueno el resultado, así como un porcentaje mínimo de participación.
f) Por último, lo más trascendente en el caso canadiense ha sido lo relativo a la “nueva definición de fronteras” o derecho de las comarcas: “En el caso de que determinadas poblaciones concentradas territorialmente en Quebec solicitaran claramente (misma mayoría) seguir formando parte de Canadá, debería preverse para ello la divisibilidad del territorio quebequés con el mismo espíritu de apertura con el que se acepta la divisibilidad del territorio canadiense”.

El último punto hoy es radicalmente negado por los independentistas. Es muy probable que amplias zonas de Barcelona y Tarragona más el Valle de Arán, las más cosmopolitas y ricas, estuvieran en la postura de mantenerse en España, frente a la Cataluña rural y cerrada. Lo cuál hace inviable el invento.

Es una contradicción que debería explotarse con habilidad: de la misma manera que España adopta una postura abierta respecto a la potencial salida de territorios con una sustancial mayoría de habitantes que no desean seguir siendo españoles, la Comunidad Autónoma (Cataluña) también debe aceptar desprenderse de porciones de la misma por la razón, en este caso simétrica e idéntica, de que una mayoría sustancial de su población sí desee seguir siendo española.

Tengo muy poca fe en que los políticos españoles sepan navegar estas aguas diestramente.